Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 16 de abril de 2017
Domingo de Pascua.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V. a través de Su voluntarioso, obediente y humilde instrumento e hija Ana.

Hoy hemos celebrado el Domingo de Pascua en una reverente y Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V. El altar del sacrificio estaba decorado con hermosos y abundantes adornos florales. También el altar de María no sólo estaba bañado de luz resplandeciente, sino también decorado con hermosos adornos florales. Estas flores tenían perlas doradas, rojas y amarillas en los cálices. Los ángeles y también los arcángeles entraban y salían durante la Santa Misa del Sacrificio y se posaban sobre su rostro con asombro.
El Padre Celestial hablará hoy: Yo, el Padre Celestial, hablaré hoy, Domingo de Pascua, a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está totalmente en Mi voluntad y repite sólo las palabras que vienen de Mí.
Mi amado pequeño rebaño, Mis amados seguidores, amados creyentes y peregrinos de cerca y de lejos. Cuánto he esperado este momento con vosotros, Mis amados.
Mi hijo Jesucristo ha resucitado de verdad, aleluya. Las tinieblas de la tumba han cedido. La luz ilumina el día. Vuestras almas fueron iluminadas por la luz pascual.
Yo, como Padre Celestial, quiero daros las gracias, amados Míos, por haber respondido a Mi llamada. Habéis orado, sacrificado y expiado en este tiempo previo a la Pascua. Habéis cumplido completamente mi voluntad. Ningún esfuerzo ha sido demasiado para ti. Habéis soportado voluntariamente vuestra enfermedad de hernia discal y el dolor asociado a ella, sin refunfuñar. Ningún lamento ha salido de tus labios. Ahora la oscuridad ha desaparecido de vosotros y la luz brilla en vuestros corazones. Los he iluminado con la luz pascual. Transmitid esta luz de amor a otros hombres que necesitan mi amor. No lo sentís cuando transmitís esta luz, pues nada se añade a ella. Ésta es la gracia pascual que recibís. Es también la alegría pascual. Os agradezco que asumáis las numerosas expiaciones por Mis hijos sacerdotes. Por eso, algunos sacerdotes han hecho uso de su voluntad y se han vuelto atrás. A estos sacerdotes no los conocéis. Con gratitud contemplo vuestros corazones dispuestos. Las llamas del amor han brillado a través de ellos. Es un consuelo y una alegría pascual en el cielo sobre un solo sacerdote que se convierte, como sobre noventa y nueve justos que no necesitan conversión.
Vosotros sois Mis elegidos. Habéis soportado la persecución por mi causa. Por eso vivís y dais testimonio de la verdad. Hoy en día hay muchos jóvenes que buscan la verdadera fe. No encuentran un pastor que escuche sus pecados en una confesión digna que les devuelva al buen camino.
En todas partes la verdad está velada y se transmite en una niebla. Es incómodo para los sacerdotes transmitir el camino de los Diez Mandamientos y los Siete Sacramentos. El sacerdote que hoy vive y transmite la piedad está mal visto, marginado y expulsado de la comunidad. Por eso, muchos sacerdotes no tienen el valor de revelar que son piadosos y rezan sus oraciones diarias del Breviario. Esto también ha dejado de ser habitual. Hoy ya no se considera un pecado grave y ha pasado de moda. Ya se han quitado las ropas de sacerdote. Los buscadores no reconocen a un sacerdote entre los fieles. ¿Cuán lejos estamos hoy de la religión católica? Uno se avergüenza de la verdadera piedad. Pero vosotros, amados míos, podéis manifestar esta alegría pascual. «¿Dónde está mi aguijón, dónde mi victoria?», os preguntaréis. Disfrutad del tiempo de Pascua, el tiempo de gracia. No faltará ni un solo día en el que no resplandezca en vosotros una profunda alegría que os fortalezca para sobrevivir al tiempo venidero.
Cuando miráis Internet, hay desolación en vuestros corazones, porque la apostasía avanza. El malvado quiere completar su obra en los hombres y entra para descarriarlos. Se requiere una estabilidad especial para poder resistir las tormentas de hoy. Tened fe y haceos como niños, de lo contrario no podréis entrar en el reino de los cielos. Hoy se requiere confianza y paciencia.
Pronto, muy pronto, intervendré con todas mis fuerzas, pues mi tiempo se ha cumplido. Un poco más y entonces sucederá.
Primero habrá una tormenta tempestuosa y un terremoto inexplicable. La gente correrá ansiosa y no sabrá adónde dirigirse. La tierra se oscurecerá, las estrellas caerán del cielo, el sol no dará más luz y la luna no iluminará la noche. Ocurrirán cosas extrañas en el firmamento. Éstas son las señales que preceden a mi plan. Nadie podrá frustrar este plan, porque sólo yo, como Padre Celestial, tendré omnisciencia. Quien me siga y lo asuma todo, será protegido y continuará el camino sin miedo. Pero quien no cumpla mis deseos y siga el mal, se hundirá en el abismo eterno. Mantened vuestra serenidad y paz interiores y consagraos al Corazón Inmaculado de Mi Madre Celestial.
Mis amados pequeños, tenéis la profunda alegría de asistir cada día a una reverente Santa Misa de Sacrificio. El Poder Divino irradiará en vosotros, porque sólo puede haber una Misa de Sacrificio válida. Mi Hijo Jesucristo instituyó esta Santa Fiesta del Sacrificio el Jueves Santo para todos los sacerdotes y fieles, como un legado para que Él, el gran Dios, esté siempre con nosotros. Por eso nos embarga una profunda gratitud, y nuestros corazones se fortalecen de nuevo, no con el poder humano, sino con el divino.
Os rocío a todos los creyentes con la alegría pascual y os bendigo en la Trinidad con todos los ángeles y santos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
El Señor ha resucitado verdaderamente, como Él dijo, aleluya. Se ha obtenido la victoria sobre la muerte. Disfrutemos de esta alegría pascual.
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