Las Revelaciones a Santa Margarita María Alacoque
1673-1675, Paray-le-Monial, Francia
He aquí el Corazón que ha amado tanto a los hombres que no ha escatimado nada, hasta agotarse y consumirse, para testimoniar Su amor.
(Revelación del Sagrado Corazón a Santa Margarita María, junio de 1675)
Vocación al sufrimiento
Santa Margarita María Alacoque (en francés: St. Marguerite-Marie) nació el 22 de julio de 1647 en Lauthecourt, Borgoña (Francia), en el seno de una familia acomodada y religiosa.
La suya fue una vocación temprana. En sus memorias, la santa dice que ya de niña Dios le hizo ver "la gran fealdad del pecado, que me causaba tanto horror que la menor falta era para mí un tormento insoportable". A esto se añadió una gran hambre de oración y penitencia, unida a una gran compasión por los necesitados y al deseo de ayudarles.
Como su padre murió prematuramente, su madre Filiberte entregó a la pequeña Margarita María a un convento de Clarisas. Paseando por el silencio del claustro y observando la modestia y el espíritu de oración de las hermanas, sintió la llamada a la vida religiosa. A los nueve años recibió la Primera Comunión, y su hambre de oración y recogimiento aumentó considerablemente.
Sin embargo, al caer gravemente enferma, tuvo que volver a casa de su madre, donde comenzó un difícil período de pruebas. La enfermedad la asoló durante cuatro años, impidiéndole caminar. Tras hacer una promesa a la Virgen, recuperó la salud, pero su sufrimiento sólo cambió de forma. Su madre la confió a un primo que administraba el patrimonio familiar, y ella tuvo que someterse a este pariente huraño e insensible que le negaba incluso las necesidades básicas.
Dios lo permitió para familiarizarla con la renuncia y prepararla para abrazar la vocación de expiación que Él le ofrecería años más tarde. Aceptados con paciencia ejemplar, sus primeros sufrimientos la fortalecieron en el camino de la santidad. De hecho, el arte de llegar a ser santo consiste precisamente en ser capaz de alcanzar la meta última de la vida recorriendo el largo y amargo camino del sufrimiento.
Ya en este periodo, la santa recibió gracias místicas extraordinarias. Tuvo una relación familiar con Jesús acompañada de visiones: "El Salvador estaba siempre presente bajo la figura del Crucificado o del Ecce Homo, llevando Su Cruz; esta imagen me inspiraba tanta compasión y amor al sufrimiento, que todos Sus sufrimientos me parecían más ligeros cuando los comparaba con el deseo que sentía de sufrir para conformarme a mi Jesús sufriente". Más tarde dirá: "Dios me ha dado tanto amor a la Cruz que no puedo vivir un momento sin sufrir; pero sufrir en silencio, sin consuelo, alivio ni compasión; y morir con este Señor de mi alma, bajo el peso de toda clase de insultos, humillaciones, olvido y desprecio."
Su inocencia no debe llevarnos a pensar que Margarita María fue perfecta desde el principio, ni mucho menos que fuera una muñeca vertiginosa y muda, como se la retrata a veces en biografías azucaradas e inexactas. Por el contrario, los testigos oculares contemporáneos nos hablan de una muchacha vivaz y aguda, dada a las diversiones, atraída por la vida en sociedad y buscada por los jóvenes como una buena novia en potencia. En resumen, era una chica de su tiempo y su entorno, con sus defectos, pero también con un deseo secreto que crecía en su interior, y la determinación de alcanzarlo porque la Providencia la había elegido para una misión especial.
Viendo su inclinación por la vida religiosa, la familia decidió confiarla a un convento de ursulinas en el que vivía una prima materna a la que estaba muy unida. Pero Margarita María se negó, dando a su prima una respuesta que revela su gran deseo de perfección: "Si entrara en vuestro convento, lo haría por amor a vosotras; pero quiero entrar en un convento sin parientes ni conocidos para ser religiosa exclusivamente por amor de Dios". Esa decisión fue impulsada por la voz interior, que le advirtió: "No te quiero allí, sino en Santa María", nombre del convento de la Visitación situado en Paray-le-Monial.
Así terminó su período de prueba: ahora podía convertirse en monja de la Visitación en el convento que la Providencia le había destinado. Aceptada como novicia el 20 de junio de 1671, tomó el hábito religioso el 25 de agosto de ese año e hizo su profesión solemne el 6 de noviembre de 1672, a la edad de 25 años.
De la Herida Lateral al Divino Corazón
Como religiosa, Margarita María se esforzó seriamente por progresar en la vida espiritual, creyendo que fracasaría en su vocación si no se convertía rápidamente en santa. Su valor atrajo el favor de Dios, que le hizo oír estas palabras interiores: "Busco una víctima que desee sacrificarse como hostia en inmolación para el cumplimiento de mis designios". Habiendo correspondido a esta llamada, pronto recibió muchas y grandes gracias místicas.
Así relata la primera aparición del Redentor, que la preparaba para las revelaciones posteriores: "En cuanto fui a rezar, Jesús se me presentó cubierto de llagas, pidiéndome que mirara el tajo de su sagrado Costado: un pozo sin fondo cavado por una enorme flecha de amor.... Esta es la morada de todos los que Le aman.... Pero como la entrada es pequeña, para entrar hay que hacerse pequeño y despojarse de todo" Señalando Sus heridas, Jesús pronunció estas duras palabras: "¡Mirad a qué estado Me ha reducido mi pueblo elegido, a quienes había destinado para apaciguar la justicia, pero en cambio Me persiguen en secreto! Si no se arrepienten, les castigaré severamente. Habiendo preservado a Mis justos, inmolaré a todos los demás a la furia de Mi ira".
El santo había contemplado la herida del Costado, pero aún no la del Corazón, tan oculta en su interior. Eso fue posible gracias a cuatro revelaciones celestiales recibidas entre diciembre de 1673 y junio de 1675, mientras estaba en adoración al Santísimo Sacramento.
Las promesas del Sagrado Corazón a Santa Margarita María
De las muchas promesas que Nuestro Señor Jesucristo reveló a Santa Margarita María Alacoque en favor de las almas devotas de Su Sagrado Corazón, las principales son las siguientes:
♥ Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
♥ Les daré la paz en sus familias.
♥ Las consolaré en todas sus tribulaciones.
♥ Seré su refugio en la vida y sobre todo en la muerte.
♥ Bendeciré abundantemente todas sus empresas.
♥ Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
♥ Las almas tibias se volverán fervientes.
♥ Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a una gran perfección.
♥ Bendeciré los lugares donde se exponga y venere la imagen de Mi Sagrado Corazón.
♥ Daré a los sacerdotes el poder de conmover los corazones más endurecidos.
♥ Las personas que propaguen esta devoción tendrán sus nombres eternamente escritos en Mi Corazón.
♥ En el exceso de la misericordia de Mi Corazón, os prometo que Mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen los Primeros Viernes, durante nueve meses consecutivos, la gracia del arrepentimiento final: no morirán en mi disgusto, ni sin recibir los sacramentos; y Mi Corazón será su refugio seguro en esa última hora.
La Hora Santa en Getsemaní
Su Historia y Cómo Se Difundió
El punto de partida de la Hora Santa se remonta directamente a las revelaciones de Paray-le-Monial (Francia) y tiene sus orígenes en el mismo Corazón de Nuestro Señor. En 1674, Jesús se apareció a una "hermanita", Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), mientras estaba en adoración. Le habló de Getsemaní y le dijo "Aquí sufrí interiormente más que en el resto de Mi pasión, porque estaba totalmente solo, abandonado por el cielo y la tierra, cargado con los pecados de la humanidad... Para que estés unida a Mí, en la humilde oración que presenté a Mi Padre en medio de toda aquella angustia, te levantarás entre las once y la medianoche, Y te postrarás en adoración durante una hora, Conmigo..."
En esa Hora participó en el dolor de Jesús en Getsemaní. Así nació la devoción de la Hora Santa. Se basa en tres características principales, INCLUIDAS en las memorias de Santa Margarita María: oración de reparación, unión con Jesús sufriente en Getsemaní, acciones de humillación.A la luz de este mensaje, muchos hombres y mujeres comenzaron a unirse a la práctica de la oración y en 1829 se instituyó en Paray Le Monial la Cofradía de la Hora Santa, a la que seguirían otras en todo el mundo. Entre éstas, la Cofradía de la Hora Santa en Getsemaní nació el 6 de abril de 1933, con la iniciativa AT el Custodio de Tierra Santa, exactamente en este mismo lugar donde Jesús había vivido aquella Hora "terrible y maravillosa".
Cómo rezar la Hora Santa
Se trata de una hora de meditación sobre la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos. Se puede hacer la Hora Santa rezando vocal o mentalmente, sin necesidad de elegir ningún tipo particular de oración. El espíritu que guía la oración es el de compartir con Jesús ese momento: sufrir con Él, vivir de nuevo su angustia, su lucha, su batalla, su resistencia a ese cáliz de amargura. Pero también significa vivir con Él la verdadera alegría, ese sentimiento de paz que nace de abandonarse a la voluntad del Padre, estando seguros de Su Amor por nosotros.
Cuándo hacer la Hora Santa
Jesús pidió a Santa Margarita María que rezara la Hora Santa los jueves por la noche, de once a medianoche.Para que tantas personas tengan la posibilidad de practicar esta hermosa devoción, la Iglesia ofrece también la posibilidad de hacerla por la tarde. Aquí, en la Basílica de Getsemaní, vivimos esta experiencia cada primer jueves de mes a las 20.30 (hora local).
Dónde rezar la Hora Santa
Se puede rezar la Hora Santa en la iglesia, en presencia del Santísimo Sacramento. Esto ayuda y favorece la meditación y la oración. Si esto no es posible, cualquier lugar puede ser adecuado para la oración. Si nuestro deseo es fuerte, basta con recordar las palabras de Jesús: "Cuando ores, vete a tu habitación privada, enciérrate en ella y ora así a tu Padre, que está en ese lugar secreto " (Mt 6,6). Ninguna circunstancia ni ningún lugar pueden obstaculizar nuestro esfuerzo por entrar en nuestro corazón y permanecer con Él.
Para los inscritos en la Hora Santa de Getsemaní
Ciertamente, quien se inscribe está movido por el deseo de pasar "esa Hora" con Jesús y buscará ese momento con toda la fuerza de su voluntad y la alegría de su corazón. La Hora Santa es y será siempre, incluso para los inscritos, una oración gratuita y sin obligación de participar cada jueves. Estar con Jesús durante esa hora es el mayor Regalo. La Iglesia concede la Indulgencia Plenaria cada vez que se reza durante la Hora Santa a quien desee participar en este encuentro, con la condición de que se confiese y reciba la Eucaristía el jueves o el viernes por la mañana, que se recen cinco Plegarias, Avemarías y Gloria al Padre en una iglesia o capilla pública, según las intenciones del Santo Padre.
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