viernes, 12 de junio de 2015

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

En la fiesta de Su Sagrado Corazón, Nuestro Señor se manifestó. Hermoso y majestuoso mostraba Su Divino Corazón que irradiaba vivas llamas de amor por la humanidad. Su mirada era de inmensa tristeza: el amor no es amado, y mucho menos respondido. Muchos corazones son rebeldes, duros, fríos e ingratos. Muchos están hundidos en los pecados más terribles y ya no piensan en la vida eterna. Esto es lo que hace sufrir al Corazón de Jesús, que ardiendo en santos deseos de salvación de las almas sólo se siente ultrajado y ofendido por sus criaturas.

El Señor me reveló también su indignación y dolor por parte de sus almas predilectas y elegidas, las que más deberían consolarlo y amarlo, pero son las primeras que lo traicionan y lo apuñalan con sus pecados. Estas almas que han recibido una misión tan sublime, muchas de ellas, se han dejado seducir por Satanás y son esclavas de los placeres y pasiones más graves. ¿Cómo han podido caer tan bajo? ¿Cómo han llegado a un estado tan crítico? Falta de rezo del rosario y de amor a la Virgen: el Señor me lo ha revelado. Ella es la que puede ayudarles a ser fieles a Dios, pero muchos también la han desterrado de sus vidas o si le tienen alguna estima es sólo para hacer apariciones ante muchos fieles o prelados, pero no sinceramente con un amor filial.

Por eso, Satanás se ríe y se burla de muchos Obispos y sacerdotes y les prepara a todos ellos el lugar más terrible y penoso en el infierno, porque ya cuenta con una victoria segura sobre sus almas. Prestemos mucha atención: apartar definitivamente a la Virgen de nuestras vidas o tenerla en poca estima es la victoria segura de Satanás sobre cada uno de nosotros.

Pidamos al Señor la gracia de no perder nunca el amor y el respeto a su Santísima Madre, sino de invocarla siempre, rezando cada día su rosario con fe y amor, honrándola como se merece. De este modo, Dios tendrá misericordia de nosotros y nos concederá la gracia de la contrición sincera y el perdón de nuestros muchos pecados, pues la Santísima Virgen orará incansablemente ante su Trono por todos nosotros, sus hijos e hijas.