Mensajes de diversas orígenes
miércoles, 23 de julio de 2025
La Santísima Virgen durante la Pasión, Crucifixión y Muerte del Señor en la Cruz
Mensaje de Nuestro Señor y Dios Jesucristo a la Hermana Beghe en Bélgica el 21 de julio de 2025

Mis queridos,
Quiero explicaros cómo vivió Mi Madre Mi Pasión, Mi Crucifixión y Mi Muerte. Luego cómo vivió los días siguientes:
Su dolor era inmenso, pero ella sabía que Yo era Dios y que nada podía suceder fuera de Mi Voluntad. Lloró mucho porque lo que Yo estaba viviendo era muy cruel y eso no se lo desearías ni a tu peor enemigo.
Ella aceptaba cada momento sin rebelarse, como Yo mismo lo aceptaba en total sumisión a la Voluntad de Mi Padre. Cuando morí y fui bajado de la Cruz, Su corazón se desgarró. Sí, se rompió, pero comprendió la razón de Mi sufrimiento y de Mi Muerte. Lo sabía, pero eso no disminuyó su dolor. Y cuando aquella tarde regresó con Juan, ambos abatidos y aturdidos, sabía que la Resurrección estaba cerca, y no cesó de rezar, de unirse a Mí y al Dios Trino, esperando el momento conocido de la gloria y de la victoria. Estaba intensamente unida a Mí y esperaba en oración.
Juan no lo sabía, aunque debería haber recordado Mis palabras, pero Mi Madre sí lo sabía. Ella tenía fe, y en aquellos momentos de profunda consternación, sostenía a la futura Iglesia sobre Sus hombros y en Su Corazón. Madre de la Iglesia, la dio a luz, y nació la Iglesia. La dio a luz después de intensos dolores, pero firme en su fe, no dudó ni un momento.
Así Mi Madre se ganó el título de Madre de la Santa Iglesia, y lo merece absolutamente. Ella abre sus brazos a todos sus hijos, los espera a todos, como Yo dije: «Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí» (Jn 12, 32).
Yo sabía por qué soportaba esta Pasión, y Mi Madre también lo sabía. Estábamos unidas en el sufrimiento, como lo habíamos estado desde mi nacimiento. Mi vida no tenía secretos para ella. Conocía a su Hijo, aunque era Dios, y tenía el mayor y más profundo apego a Dios.
Aunque los Evangelios no lo cuentan, no podía ser de otra manera: Me aparecí a ella inmediatamente después de Mi Resurrección. Yo estaba Victorioso, Glorioso y muy Vivo. Mi Madre se transformó, como si ya estuviera en las alturas del Cielo. Ella no dijo una palabra porque Dios estaba dirigiendo Su Plan y Su futura Santa Iglesia.
El sufrimiento de Mi Madre durante Mi Pasión y Crucifixión fue tan grande que ella estaba destruida interiormente. Pero ella se mantuvo erguida y se dirigió a Dios en busca de apoyo. Él la sostuvo como si le sujetara los codos, de lo contrario no habría podido mantenerse en pie. Pero su voluntad era permanecer junto a su Hijo, y esta ayuda invisible le permitió no derrumbarse. Permaneció de pie, estoica, mirando a su Hijo, animándole con su mirada llorosa pero valiente, y Él mismo encontró cierto consuelo al verla allí de pie junto a Él.
Yo sabía todo lo que ella sentía, y ambos compartíamos el mismo sufrimiento. Mi sufrimiento era total, moral y físico. Mi Madre sufría lo mismo, pero sus heridas eran internas. Yo la cuidé, confiándola a Mi discípulo amado, y ella aceptó humildemente esta última bondad del Hijo de Dios y de sí misma, Su Madre. Por el Santo Sacrificio, obtuvo la exención retroactiva del pecado original, la blancura inmaculada de su alma y el título de Madre del Salvador.
«Yo soy la Inmaculada Concepción», dijo en Lourdes a su devota Bernadette, y adquirió este título al pie de la Cruz. A través de la Cruz, el Señor Jesús reparó su Creación, devolviéndole su gracia, su apego divino y toda su belleza interior. El demonio ya no era el único dueño a bordo; la Santísima Virgen reparó el pecado de Eva, seguido del de Adán, y la criatura volvió a ser agradable a Dios. La gracia volvió a inundar la tierra, y los hombres, ignorantes y estropeados por el pecado, pudieron dirigirse de nuevo a Dios Padre, su Padre por la gracia del Hijo en unión con el Espíritu Santo.
Ahora os espero, hijos Míos, hermanos Míos, amados Míos, sois Míos, redimidos y dignos de Mí mientras Me sigáis y Me deseéis.
Os bendigo, os amo, os espero. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo †. Amén.
Tu Salvador crucificado y tu Dios
Origen: ➥ SrBeghe.blog
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