sábado, 4 de noviembre de 2017

Cenáculo.

La Santísima Madre habla después de la Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V a través de Su instrumento e hija Ana, dispuesta, obediente y humilde.

Hoy, sábado, Cenáculo de la Santísima Virgen, hemos celebrado la Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V.

Los altares del Sacrificio y de la Virgen María estaban adornados con abundantes rosas de diferentes colores. Los ángeles rodeaban el sagrario, hoy especialmente el altar de María, y cantaban el Kyrie eleison. Llevaban coronas blancas en la cabeza y tenían hermosas caritas.

Hoy hablará la Virgen: Yo, vuestra queridísima Madre Celestial, hablo a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está totalmente en Mi Voluntad y repite hoy sólo las palabras que vienen de Mí.

Mi amado pequeño rebaño, Mis queridos seguidores y también creyentes de cerca y de lejos. Hoy, en el día de Mi fiesta, quisiera deciros unas palabras de amor. Lleváis mucho tiempo esperando los mensajes.

Mi pequeña tuvo un sufrimiento expiatorio especialmente grande durante ocho semanas. A menudo estaba muy abatida y pensaba que no podría soportar más este sufrimiento. Se me permitió apoyarla. Pero a menudo se sentía sola. El Padre Celestial puso a prueba su confianza en las horas más oscuras.

Sí, así es el sufrimiento del mundo, a menudo casi insoportable y, sin embargo, de tanta importancia. Su guía espiritual la ha apoyado una y otra vez.

Pequeña mía, no tengas miedo, pues el Padre Celestial sólo permite que el sufrimiento grave continúe durante un tiempo. A éste le siguen fases de recuperación. No te entristezcas porque el Padre Celestial permita a menudo un dolor insoportable. Los sufrimientos expiatorios están pensados para las almas que no están preparadas para llevar su cruz con amor, sino que se desprenden de ella y también por este medio colocan la gracia en un segundo plano. A menudo no son ni frías ni calientes, sino tibias. Jesús, el Hijo de Dios, escupe a estas almas. A menudo tienen que soportar muchos sufrimientos para poder entrar en el Reino de los Cielos. Especialmente difíciles son las personas que persiguen a mis elegidos, porque el Padre celestial los prefiere a ellos.

Tened cuidado, amados Míos, de llevar con gratitud vuestras cruces y de no mirar las cruces de los demás. Ninguna cruz puede compararse con la otra. Están dimensionadas con precisión para cada individuo, en longitud, anchura, altura y también en profundidad.

Recuerda siempre que son cruces de amor. Tu Padre Celestial conoce tus sufrimientos y no te dejará solo. A menudo anhela el Pan Celestial, el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo Jesucristo. Te fortalecerá. Anhela la Santa Misa del Sacrificio, porque es muy importante para todos vosotros.

¿Cuánto anheláis la verdad en estos tiempos? Ésta no se encuentra en el mundo, sino en el silencio, en vuestros corazones. Yo, vuestra Madre Celestial, los llenaré con todo Mi amor.

Hoy, en el día de Mi fiesta, os daré muchas gracias de amor. Recordad siempre que vuestra Madre Celestial os conoce. Amo a cada uno especialmente cuando se consagra a mi Corazón Inmaculado.

Deseo que hoy penséis especialmente en los sacerdotes que me desprecian y también en vosotros, mis amados hijos de María. Entonces seréis especialmente acogidos por Mí en mis brazos. Soportad vuestros sufrimientos con paciencia y no os rindáis, porque el que aguante hasta el final se salvará.

Así os bendigo hoy con todos los ángeles y santos en la Trinidad, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

También quiero darte las gracias por las muchas indulgencias para las pobres almas. He podido liberar a muchas almas del purgatorio. También en este mes de noviembre aún puedes ganar algunas indulgencias. Las pobres almas os lo agradecerán.

Os amo, hijos Míos de María, si os entregáis totalmente al Padre Celestial, si os dejáis rodear completamente por Su amor.