Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
viernes, 8 de septiembre de 2017
Fiesta de la Natividad de María.
Nuestra Señora habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V. a través de su voluntaria, obediente y humilde instrumento e hija Ana.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nuestra Señora habla: Yo, vuestra Madre Celestial y Reina de la Victoria y Reina de las Rosas de Heroldsbach, hablo hoy, en la Fiesta de Mi Nacimiento, 8 de septiembre de 2017, por medio de Mi voluntaria, obediente y humilde instrumento e hija Ana.
Una digna Santa Misa de Sacrificio en el Rito Tridentino fue precedida por la Misa según Pío V. El altar de María estaba hoy especialmente adornado con lirios blancos y con muchas rosas blancas. El manto de la Virgen era blanco como la nieve. Estaba bañada en una luz dorada. Sobre su manto blanco había muchas estrellas doradas. Llevaba una corona de oro en la que brillaban muchos pequeños diamantes. Su rosario también era blanco. En la tierra vi una alfombra de flores con muchos pétalos de diferentes colores.
El rostro de la Virgen estaba transfigurado. Siempre está radiante de belleza, pero hoy era completamente diferente, me parecía sobrenaturalmente bella. Tuve la sensación de que afloraba su pureza.
Ella ha vivido en la tierra como nosotros, pero recibida como Inmaculada. Fue concebida en la Santa Madre Ana por el Espíritu Santo, no por añadidura de San Joaquín. La Santa Madre era única, única en espíritu, alma y cuerpo. Nosotros no podemos alcanzar esto en nuestra vida humana. Esta unicidad y belleza son indescriptibles, pues su cuerpo era uno con su alma.
Nuestra alma se hace una con el cuerpo en la Santa Confesión, cuando recibimos la gracia santificante. Esto sólo ocurre en una Santa Confesión válida, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados de todo corazón, los confesamos honestamente y los confesamos. Como somos personas pecadoras, ya podemos volver a manchar nuestra alma en el momento siguiente si hemos pensado, dicho o hecho algo pecaminoso. No somos inmaculados. La Santísima Madre fue inmaculada desde el principio y también durante toda su vida en la tierra. Ha ascendido al cielo como Receptora Inmaculada.
Si nuestra alma fuera siempre una con el cuerpo, entonces podríamos entrar en el cielo en cuerpo y alma incluso después de nuestra muerte. Pero somos y seguimos siendo personas pecadoras que necesitan la gracia del perdón.
La Santísima Madre no necesitó confesarse, porque permaneció sin pecado, cosa que nosotros no podemos imaginar. Esta pureza, este brillo, esta belleza, esta gracia que irradió hasta el final de su vida terrena era tan singularmente bella. Por eso se le han encomendado las numerosas tareas bajo las que podemos llamarla. Ella percibe todos nuestros problemas y preocupaciones, sabe siempre lo que nos mueve. Ella nos guía y nos dirige. Ella va con todo al Padre Celestial y Él no puede resistirse a su singularidad. Ella suplica que se resuelvan nuestros problemas, pues sufre por nosotros como Madre Celestial. Es tan bella y agraciada como no podemos imaginar. Nosotros también llevamos nuestros problemas al Padre Celestial. Pero cuando la Santísima Madre presenta nuestros problemas, el Padre Celestial no puede dejar su petición sin cumplir.
Podemos acudir a ella como mediadora de la gracia e intercesora y ella nos escuchará. El Padre Celestial no puede resistirse a su belleza y pureza. Sólo Ella nos permitirá tener paz en nuestros corazones.
Nuestra Señora hablará hoy: Yo, vuestra queridísima Madre y Reina de la Victoria y la Reina Rosa de Heroldsbach, hablo hoy, en Mi Fiesta de Nacimiento, a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente en la voluntad del Padre Celestial y repite sólo las palabras que vienen hoy de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores y amados peregrinos y creyentes de cerca y de lejos. Yo, vuestra queridísima Madre y Reina de la Victoria, os amo especialmente hoy, en ésta, Mi fiesta. Sé, Mis amados hijos, que todos acudís a Mí en esta gran angustia en la que os encontráis. Todo a vuestro alrededor es angustia y problemas. En ninguna parte se encuentra la paz. Pero conmigo, amados Míos, está la paz que quiero transmitiros. Estaré a vuestro lado en esta angustia y no os dejaré solos. Os enviaré a todos los ángeles que os ayudarán en vuestra angustia y que estarán a vuestro lado. Yo, vuestra queridísima Madre, conozco vuestras preocupaciones y necesidades y las presentaré al Padre Celestial.
También presionaré a Mi corazón maternal a los políticos que tienen una gran responsabilidad sobre su pueblo, porque no saben lo que hacen. Hoy presiono especialmente a Mi Corazón Materno al Pastor Supremo, a los Cardenales, a los Obispos y también a los sacerdotes. Todos ellos tienen una amarga necesidad de ser guiados por Mí, para que puedan volver a encontrar el camino recto.
Muchos están ante el abismo eterno. Incluso hay miles y miles en el tiempo presente. Mis amados, ¿puedes medir cuán amargamente arde de amor Mi corazón maternal cuando veo a todos estos sacerdotes de pie ante el abismo y no puedo salvarlos de la condenación eterna? Al fin y al cabo soy su madre y espero sus peticiones y súplicas. Estoy esperando a que se consagren a Mí, para ser protegidos. Pueden refugiarse bajo Mi manto recuperador. Por desgracia, son obstinados y tercos. Casi todos los sacerdotes no acuden a Mi corazón maternal. Así es hoy, Mis amados hijos.
Por eso sufrís vosotros, Mis amados, y especialmente tú, Mi amada pequeña Ana, que recibisteis la difusión del mundo. Sólo experimentáis rechazo, persecución y sufrimiento. No experimentarás nada más en la Tierra. Vuestro sufrimiento es muy grande y no puede ser ignorado. Pero Yo, como Madre Celestial, conozco tus preocupaciones. Soporto tus problemas contigo. No estáis solos y vosotros, mi amado pequeño rebaño, también estáis protegidos. Estáis a salvo en mi amor. ¿También vosotros, Mis amados, queréis huir al corazón salvador de Mi Madre en este tiempo tan difícil? Estáis viviendo una época de tribulaciones y desastres. Estos trastornos están ocurriendo hoy en todo el mundo. No os lo podéis explicar. Son heraldos del cielo de la gran intervención del Padre Celestial. La gente debe tomar conciencia de que el Padre Celestial lo tiene todo en sus manos. Lleva el mundo entero y dirigirá todo hacia el bien. Tiene el cetro firmemente en su mano. También dirige al Pastor Principal en la verdad, cuando éste se entrega a Él y no cumple su propia voluntad, sino que se arrepiente y recita sus transgresiones al Padre Celestial. Si no hace una confesión válida de arrepentimiento, no podrá salvarse. Yo, como Madre Celestial, quiero proteger a este Pastor Supremo también bajo mi manto salvador. Con cuánta nostalgia le miro. Con cuánta nostalgia miro a todos y cada uno de los cardenales y obispos que confían en mí. Cuán amargamente debo sufrir hoy, en esta mi fiesta. Se acerca la Fiesta de Mis Siete Dolores. El próximo viernes celebraréis esta fiesta. También estáis ante la fiesta de la Exaltación de la Cruz y el martes es la fiesta de mi nombre.
Hoy la gente deshonra Mi nombre llamándome María, aunque soy la Madre de Dios y la Portadora de Dios. Sólo se me llama María, y se me compara con todas las personas que llevan el nombre de María. Al principio Yo era María, que recibió el mensaje de dar a luz al Hijo de Dios. Pero hoy soy la Madre de Dios.
Soy la llama de amor en la que participáis todos los que Me adoráis cuando vais a través de Mí al Padre Celestial.
Si Me miráis, vuestro amor se hará más grande. Crecerá vuestro amor a Dios y al prójimo e incluso vuestro amor a vuestros enemigos. Tienes mucho que soportar en la Tierra. Cuanto más cerca estés de la verdad, de la verdadera fe y de la Trinidad, más tendrás que soportar. No se os medirá por los éxitos, pero por los fracasos creceréis. No debes olvidarlo. Tus fracasos darán fruto.
Mira a Mi Hijo Jesucristo. ¿Acaso no sufrió Él en Su Vía Crucis por todo el mundo? Como Madre del Hijo de Dios, ¿no estaba llena de sufrimiento y compasión? ¿No he sufrido indeciblemente por el mundo entero? ¿No has mirado Mis lágrimas?
Entonces, al menos hoy, mira Mis lágrimas que derramé por la gente que no quiere arrepentirse. Podéis volver atrás. Cada uno, amados míos, recibe rayos de luz en su alma. A través de estos rayos de esperanza todos pueden volver atrás. Todos reciben gracias especiales. Al fin y al cabo, todos tienen la oportunidad de aprender la verdad sobre la fe católica. Nadie puede decir: «No sabía nada y, sin embargo, no pude volver atrás. Me hubiera gustado volver atrás, pero no pude». No, Mis amados, eso no es verdad.
Todos vosotros, Mis amados hijos, todos vosotros podéis volver atrás. Os lo suplico, venid a mi Corazón Inmaculado, pues allí estáis a salvo. Allí sentiréis que un día se os permitirá entrar en la Gloria Eterna y participar en la Fiesta de las Bodas Eternas. Ésta es la meta que debes contemplar. La vida en la tierra es un tiempo de preparación para el cielo. No tendrás el cielo en la tierra. Experimentarás alegrías, pero no estarás sin cruz ni sufrimiento.
Si recibes el sacramento de la confesión, es una redención y un alivio para ti en tu vida en la tierra. Entonces experimentarás alegrías terrenales, también de gratitud. Pero no exijas que puedas experimentar ya el cielo en la tierra. Eso no será así. Yo, como Madre Celestial, he tenido que experimentar muchas penurias y preocupaciones en la tierra. Os he ejemplificado los mayores sufrimientos. Así que tú tampoco puedes exigir que tu vida consista sólo en placeres. Tienes que soportar los sufrimientos y la cruz y llevarlos con gratitud, no con el corazón oprimido, sino con gratitud. Cuando seáis más agradecidos, sentiréis que vuestra cruz se hace más ligera.
Por supuesto, vosotros, Mi pequeño grupo, tenéis que soportar los mayores sufrimientos, porque la Misión Mundial está ligada a ella. Sin embargo, eso no significa que no recibáis gracias por llevarla. Las gracias se te añaden. Es a través de estas gracias como primero sois capaces de llevar estas cruces. Pero dará fruto para muchos si la aceptas. En el amor crecerás. De ahí surge el amor a Dios y al prójimo. En el amor a Dios, puedes dominarlo todo en última instancia. A todo lo que se te imponga, podrás sobrevivir.
Ahora te bendigo, tu queridísima Madre, con toda la Hueste Celestial y los santos en la Trinidad, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Eres especialmente amada por tu Madre Celestial y Reina de la Victoria. Tú también obtendrás la victoria si resistes hasta el final.
Orígenes:
El texto de este sitio web se ha traducido automáticamente. Por favor, disculpa cualquier error y consulta la traducción al inglés.