Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 20 de agosto de 2017
11º Domingo después de Pentecostés.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V. a través de Su voluntarioso, obediente y humilde instrumento e hija Ana.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy, 20 de agosto de 2017, celebramos el XI Domingo después de Pentecostés con una Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V.
Hoy, el altar de la Virgen María, pero también el altar del sacrificio, estaba especialmente adornado con flores. Los ángeles entraban y salían durante la Santa Misa Sacrificial. La veneración de los santos era hoy especialmente intensa. Había algunos santos en el altar del sacrificio. He visto a San Bernardo de Claraval, Santa Madre Ana, San Joaquín, San José y Santa Juliana de Lieja. Se veía a la Santísima Virgen de un blanco radiante y sobrenatural y su rosario también era blanco. Su corona de estrellas era de oro y estaba brillantemente iluminada. La figura de la Santísima Madre era vista por mí como si estuviera viva. Además, los corazones de la Madre de Dios y de Su Hijo Jesucristo estaban fundidos. La Santísima Madre se movía y estaba en comunión con Su Hijo Jesucristo. No entendí palabras, pero noté que suplicaba a su Divino Hijo que intercediera ante el Padre Celestial. Intuí que quería retrasar los acontecimientos del Padre Celestial para inducir a sus hijos sacerdotes al arrepentimiento. La Santísima Madre suplicó a Su Hijo, pero no fue escuchada, lo sentí claramente. Pude ver que eso te conmovió hasta las lágrimas. Sé que Jesús siempre acude primero al Padre para pedir algo, o para curar. Jesús siempre decide en la Trinidad, nunca solo.
La Virgen implora hasta el final, nunca dejará de implorar. No conoce el momento del acontecimiento, porque sólo el Padre en la Trinidad conoce el momento de la intervención. La voluntad del Padre Celestial es decisiva. La deidad en la Trinidad es una. Esto no incluye a la Santísima Madre. Ella adora a la Trinidad y es también la coronada del cielo. Pero no está contenida en la deidad. Ella ya ha sido la Inmaculada en la tierra y, por tanto, también ha sido recibida en el cielo en cuerpo y alma. Ella está por encima de los ángeles. Su hijo Jesucristo, en cambio, es el rey en la divinidad.
Ahora hablará el Padre Celestial: Yo, el Padre Celestial, hablo ahora y en este momento, a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está totalmente en Mi Voluntad y repite sólo las palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores y amados peregrinos y creyentes de cerca y de lejos. Hoy, en este día, os hablo, amados Míos, en la capilla de la casa de Mellatz. Este es un lugar especial, es decir, Mi Lugar. Es Mi amado Mellatz. Yo fundé esta casa capilla según mi voluntad y deseo y también construí esta casa. Ya cuando se construyó, era mi voluntad. La habéis adquirido, pero según mi deseo y voluntad. Tú no tenías la voluntad de adquirirla, pero yo tenía este deseo. Has cumplido mi misión. También el mobiliario se cumplió según mi deseo y voluntad. Y así es hoy, Mis amados. Todo seguirá teniendo lugar según mi voluntad y deseo.
El procedimiento tendrá lugar muy pronto. De antemano se producirá un gran terremoto. Seguirá una fuerte tormenta con relámpagos, truenos y grandes granizos. Surgirá una oscuridad antinatural. La gente abandonará sus casas atemorizada y correrá gritando por las calles. No podrán explicar lo que está ocurriendo. Se trata de personas incrédulas a las que aún no he podido iluminar a través de mis numerosas informaciones en los mensajes. Las numerosas catástrofes y tormentas no han conseguido que la gente sea consciente de lo que me está ocurriendo. Todavía la incredulidad es muy fuerte. Pero me gustaría salvar a muchos más. Ya no puedo tolerar la incredulidad y esta suciedad que se ha extendido en mi Iglesia católica actual. Debo intervenir porque se burlan hasta el extremo de mi queridísima madre y ya no puedo soportarlo. He sido injustamente condenado y crucificado. Esto lo he soportado para redimir a la humanidad. Pero si Mi queridísima Madre, que dio a luz a Mi Hijo Jesucristo, es despreciada, vilipendiada y arrojada con inmundicia, pondré fin a esto. Por lo tanto, este acontecimiento tendrá lugar en un futuro muy próximo.
Desgraciadamente, Mis amados, no puedo salvar a muchos sacerdotes. Yo misma quería retrasar este acontecimiento. Mi queridísima madre sigue pidiendo en Mi trono la conversión de sus hijos sacerdotes. Pero ella tiene poco éxito. Sin embargo, ella sigue rezando por sus amados hijos sacerdotes.
Mis queridos hijos, aún experimentaréis muchos milagros. A través de estos milagros quiero que algunos más tomen conciencia de mi omnipotencia a través de su inexplicabilidad. Algunos podrán entonces volver atrás, pero muchos, mis amados hijos sacerdotes, tendrán que caer en el abismo eterno. Y eso me amarga, porque no quiero dejar que un solo sacerdote se hunda en el abismo eterno. Este es mi deseo y el de mi querida madre. Los sacerdotes pueden por fin dar marcha atrás. Reciben de mí destellos de inspiración y percepciones especiales. Sin embargo, les dejo su libre albedrío hasta el final. No puedo obligarles a aceptar la fe. La fe es la decisión más libre de todo ser humano. Por eso sigo prestando atención al libre albedrío de los hombres. Vosotros, Mis queridos hijos, a menudo no podéis comprender muchas cosas, sobre todo en estos tiempos.
Tú, hijita mía, aún no puedes comprender Mi intervención con Mi hija Katharina. Yo también intervine allí. Un día te darás cuenta de que no sólo era Mi deseo y voluntad, sino que, por tanto, era lo mejor para Mi amada hija Catalina. Sufrirás por ello durante mucho tiempo. Pero créeme, te apoyaré en tu tristeza. No sucumbirás a esta tristeza, sino que seguirás adelante. Cumplirás esta misión mundial hasta tu último aliento.
Por eso te bendigo hoy desde esta capilla de la casa de Mellatz con todos los ángeles y santos y con tu queridísima Madre, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Te quiero y estaré contigo en todo momento. Ten un poco más de paciencia. Yo te protegeré. Amén.
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