Revelaciones Marianas a Luz de Maria, Argentina

 

sábado, 19 de marzo de 2016

Reconocimientos 24 años después de la primera aparición de la Santísima Virgen a Luz de María

 

Agradecemos a Dios por este día especial y nos gustaría esbozar, en líneas generales, la historia que continúa siendo un presente eterno.

Cuando miro hacia atrás con verdadera gratitud al Cielo, no puedo continuar mi camino sin decirle a mis hermanos lo agradecido que estoy por las numerosas pruebas deleitosas de amor, misericordia y fortaleza después de que la Santísima Madre de Dios extiende Su mano hacia mí, criatura indigna, para guiarme a Su Hijo Jesucristo. Nunca olvidaré esta primera vez, aunque ocasiones posteriores en las que Cristo o la Madre de Dios me visitaron fueron siempre como una primera vez nuevamente.

Veo esos ojos almendrados ante mí—hermosos, penetrantes, color miel—con los cuales la Santísima Madre de Dios miró y cautivó mi alma, y cómo sentí que mi espíritu se llenaba de amor maternal en un solo momento. Con el paso de los días y meses, la cercanía a la Santísima Madre de Dios creció más grande y duradera, permitiéndome experimentar una guía detallada sobre lo que Su Hijo esperaba de mí, con ecuanimidad que sólo posee la Santísima Madre de Dios y—si quieres—una dulce narración que no deja lugar para expectativas sino que ofrece completa certeza. La Santísima Madre de Dios me mostró todo el camino que debía tomar hacia Su Hijo, que se ha convertido en la misión actual. Fui conducido a tal grado de amor que el Corazón de la Santísima Madre de Dios me permitió contemplarlo, no con vista física, sino a través del alma misma, que Él me presentó con muchas explicaciones y a la cual respondí libremente: ¡Sí!

Lo sabía por adelantado porque la Santísima Madre de Dios me había asegurado—Su protección no me abandonaría mientras siguiera la Voluntad de Dios y no la voluntad humana. Tenía grandes expectativas para este primer Encuentro Supremo, donde una vez más fui consciente de la inmensa bondad del Cielo que se posó sobre mí, a la cual no me siento digno.

La Santísima Madre de Dios acercó un objetivo a mí en los primeros años—uno que continúa dentro de mí hoy: la disolución del ego humano.

Un bloc de notas y una pluma estuvieron entre las primeras peticiones de la Reina del Cielo, para que recordara lo que Ella me decía. En ese momento, no sabía que este era el comienzo de un camino largo, arduo, probado, perseguido pero gratificante en el cual Tú—la bendita Maestra—me Lo presentaste después de algunos años: ¡Cristo!

Cristo, Rey del Cielo y la Tierra, con Su Santísima Madre, vino a ofrecerme agua y miel y al mismo tiempo consuelo. Anticipó las espinas en el camino mostrándome Su Cruz, que no es sólo dolor sino también misericordia y gloria.

El Poder Divino se subrayó por la gentileza de Sus palabras y la energía en Su voz—que me dejó sin aliento mientras Él me comunicaba Su Voluntad: Indefenso, pequeño, indigno, y todas las designaciones concebibles expresan lo que sentí en ese momento…y Cristo veló por mí y anticipó mis sentimientos, cautivándome completamente con Su amor sublime.

Estaba fuera de mí mismo—fuera del entorno donde me encontraba, incluso fuera del mundo mismo—todo era paz, calma, bendición y amor fluyendo a través de mí y llevándome a las profundidades de Su Corazón, en el cual Él me mostró los dolores de Su Pasión y la entrega perdurable, segura, confiada y silenciosa de la Santísima Madre de Dios a la Voluntad del Padre.

Madre y Maestra…Madre y Compañera…Madre y Discípula…Madre y Reina. Considerando la ternura con la que mi amado Jesucristo mira a Su Madre y toma Su mano—mi corazón dominó mi voluntad en ese momento, y dije: ¡Sí!

Me siento indigno de esta bendición. Tal vez algunos no sepan que el Cielo toma lo que el mundo desprecia para mostrar Su grandeza transformando a uno de sus seres en algo que el mundo no puede imaginar.

La Madre Dios me cautivó varias veces nuevamente, en momentos cuando me sentí desanimado por las pruebas, y me dio el dulce consuelo de Sus fragancias celestiales en el aceite del cual emana la imagen de la Reina de la Paz que continúa manifestándose incluso en lo que llamo ‘rocío’: Un pequeño brillo que desciende y se hace visible como si una madre le diera dulces a su hijo para que deje de llorar. Entonces uno olvida el sufrimiento, y la alegría y la gratitud abruman la actitud espiritual, proporcionando nuevas fuerzas no porque pedidas sino porque así actúa el Cielo—da y anima, anima y da.

En un día especial en que estaba muy afligida por la difamación y no pude contener las lágrimas que ofrecí a Cristo al mismo tiempo, después de un largo período de dolor, una fragancia celestial impregnó mi habitación; la emoción hizo latir más rápido mi corazón y… sucedió: Cristo extendió Su mano hacia mí y en este momento que pareció ser la eternidad misma porque solo Él y yo existíamos—Él me ofreció Su Santa Mano y se acercó a mí. Me miró a los ojos, me apretó contra su pecho y todo desapareció en un sublime instante que experimenté como si fuera experimentar el Cielo anticipadamente, y dentro del cual quedó grabada para siempre esta sublime expresión de Amor Divino. Hasta el último momento de mi vida estaré agradecida por ello.

Con el tiempo—cuyo paso acelerado no me permite descanso después de Dios—llegué a una vida en medio de Misterios Divinos compartidos que nunca cambiaría. Entre otras cosas, fui llamada a compartir en amor y obediencia la Cruz de Consagración al Padre Celestial y por amor a la humanidad.

La alegría de vivir en hermandad pertenece a este compartir y poner en práctica cada una de las Palabras Divinas que recibo en Mensajes para la Humanidad, así es posible que puedas recibir con gran precisión las explicaciones reveladas por Cristo, la Santa Madre Dios y ocasionalmente a través del Arcángel Miguel—para que la persona dormida despierte y el despierto permanezca vigilante.

La hermandad no ha encontrado límites en dedicación y amor difundidos por aquellos quienes laboriosamente logran esta Miel Divina alcanzando a tantos hermanos – ustedes lectores que forman parte de esta familia a la cual cada palabra es transmitida a través del Amor de la Trinidad, no solo como un mensaje de advertencia, preparación y aliento sino uno que se convirtió en una profesión de Crecimiento Espiritual—que no mide el desapego de la humanidad sino en un movimiento continuo desde el Amor Divino emanando de Dios retornando a Dios derramando una vez más Su Misericordia sobre toda la Humanidad para que todos podamos ser salvados.

Luz de Maria, 19 de marzo de 2016

Fuente: ➥ www.RevelacionesMarianas.com

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